Las 5 épocas del cerebro: desarrollo del nacimiento a la edad avanzada
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El cerebro humano no cambia de forma lineal a lo largo de la vida. Aunque solemos pensar en el desarrollo cerebral como un proceso continuo y gradual, un estudio reciente revela que, en realidad, atraviesa cinco grandes etapas bien definidas, marcadas por cuatro puntos de inflexión clave: alrededor de los 9, 32, 66 y 83 años. Estas fases no solo reflejan cambios físicos en la materia gris y blanca, sino también transformaciones profundas en la forma en que las regiones del cerebro se conectan y comunican entre sí.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Cambridge ha publicado un estudio en la revista Nature Communications que redefine cómo entendemos el desarrollo y el envejecimiento del cerebro. Analizando imágenes cerebrales de cerca de 3.800 personas, desde la infancia hasta los 90 años, los científicos han identificado cinco épocas distintas en la arquitectura de las redes neuronales.
Lo novedoso del trabajo no es solo el número de etapas, sino la metodología. Los investigadores combinaron técnicas avanzadas de aprendizaje automático (como UMAP) con la teoría de grafos para analizar la topología cerebral de forma integrada. En lugar de estudiar métricas aisladas, como el volumen de materia gris o la densidad de sinapsis, examinaron cómo cambia la organización global de las conexiones neuronales a lo largo de la vida.
El resultado es un modelo que divide la vida humana en cinco grandes fases, cada una con características propias de conectividad, eficiencia y estabilidad. Estos hallazgos no solo ayudan a entender mejor el neurodesarrollo, sino que también podrían tener implicaciones clínicas para detectar y tratar trastornos neurológicos y psiquiátricos en momentos críticos.
Según el estudio, el cerebro humano atraviesa cinco etapas principales, delimitadas por cuatro puntos de inflexión en la organización de sus redes:
Cada una de estas etapas representa un patrón distinto en la forma en que las regiones cerebrales se conectan, comunican y especializan. A continuación, se analiza cada una de ellas con mayor detalle.
Desde el nacimiento hasta aproximadamente los 9 años, el cerebro vive una fase de crecimiento explosivo. Tanto la materia gris (donde se encuentran los cuerpos de las neuronas) como la materia blanca (las fibras que conectan las neuronas) aumentan drásticamente en volumen.
Durante este periodo, se forman miles de millones de sinapsis, muchas de las cuales no se usan. A medida que el niño crece, se produce un proceso de poda sináptica: las conexiones más activas se refuerzan, mientras que las inactivas se eliminan. Este proceso, conocido como “consolidación de la red”, optimiza los circuitos cerebrales y prepara el terreno para etapas posteriores.
Aunque este periodo se asocia tradicionalmente con un aumento de la eficiencia, el estudio revela que, en términos de topología global, el cerebro se vuelve temporalmente menos eficiente. Esto no significa que el cerebro funcione peor, sino que está en una fase de reorganización intensa, priorizando la flexibilidad y el aprendizaje sobre la eficiencia inmediata.
Alrededor de los 9 años, el cerebro experimenta un primer punto de inflexión. Coincide con el inicio de la pubertad y con cambios importantes en la cognición, el comportamiento y la salud mental. A partir de aquí comienza lo que los investigadores llaman la “adolescencia cerebral”.
Esta etapa se extiende hasta los 32 años, mucho más allá de la adolescencia tradicional. Durante estos 23 años, la materia blanca sigue creciendo y las conexiones entre regiones cerebrales se vuelven más eficientes. El cerebro no está creando tantas nuevas sinapsis como en la infancia, sino que está refinando las existentes, mejorando la velocidad y la precisión de la comunicación entre áreas.
Este periodo coincide con el pico de maduración de la sustancia blanca, que alcanza su máximo alrededor de los 29–31 años. Es también la etapa en la que se alcanza el “momento álgido del rendimiento cognitivo”, con una combinación óptima de velocidad de procesamiento, memoria de trabajo y control ejecutivo.
Es importante aclarar que decir que “el cerebro se queda adolescente hasta los 32 años” es una simplificación. Lo que el estudio muestra es que ciertos patrones de reorganización topológica, característicos de la adolescencia, se mantienen hasta esa edad. A partir de los 32, la arquitectura cerebral cambia de trayectoria y entra en una fase de estabilidad.
A los 32 años se produce el punto de inflexión más fuerte de toda la vida. El cerebro deja de reorganizarse de forma rápida y entra en la etapa más larga: la edad adulta. Durante estos 34 años, la arquitectura de las redes neuronales se estabiliza.
Este periodo se caracteriza por una “meseta” en la inteligencia y la personalidad. Las regiones cerebrales comienzan a compartimentarse lentamente, lo que se traduce en una mayor especialización funcional. Aunque la materia blanca ya no crece como antes, la eficiencia de las redes se mantiene alta.
Esta estabilidad no significa que el cerebro deje de cambiar. Sigue aprendiendo, adaptándose y respondiendo a experiencias, pero lo hace dentro de una estructura más rígida. Es también una etapa en la que aumenta el riesgo de ciertas condiciones, como la hipertensión, que pueden afectar negativamente al cerebro a largo plazo.
Alrededor de los 66 años, el cerebro entra en una nueva fase: el envejecimiento temprano. A partir de aquí, se observa un declive más acelerado en la conectividad global. Las regiones del cerebro tienen más dificultad para comunicarse entre sí, lo que puede afectar a funciones como la memoria, la atención y la velocidad de procesamiento.
Este periodo coincide con un mayor riesgo de deterioro cognitivo y de enfermedades neurodegenerativas. Sin embargo, el cerebro sigue siendo capaz de compensar muchos de estos cambios mediante la reorganización de sus redes y el uso de estrategias alternativas.
El último punto de inflexión se sitúa alrededor de los 83 años. A partir de aquí, el cerebro entra en la última etapa de su desarrollo: el envejecimiento tardío. En esta fase, la conectividad global disminuye aún más, y el cerebro empieza a depender más de ciertas regiones clave.
Aunque los datos sobre esta etapa son más limitados, el estudio sugiere que el cerebro cambia de un patrón de comunicación global a uno más local. Esto puede explicar por qué, en la vejez avanzada, algunas funciones cognitivas se mantienen mejor que otras, y por qué el cerebro es más vulnerable a ciertos tipos de daño.
Este modelo de cinco etapas no solo es útil para entender el desarrollo cerebral, sino que también tiene implicaciones prácticas. Por ejemplo, podría ayudar a identificar momentos críticos en los que el cerebro es especialmente vulnerable a trastornos como el TDAH, la depresión o la ansiedad.
Además, ofrece una nueva perspectiva sobre la educación y la formación. Si la adolescencia cerebral se extiende hasta los 32 años, es posible que el aprendizaje complejo y la toma de decisiones sigan siendo más flexibles de lo que se pensaba en la tercera década de vida. Esto podría influir en cómo se diseñan programas de formación profesional, políticas de empleo y estrategias de prevención de riesgos.
El cerebro humano no madura de golpe ni envejece de forma uniforme. A lo largo de la vida, atraviesa cinco grandes etapas, marcadas por cambios profundos en la forma en que sus regiones se conectan y comunican. Desde la consolidación de la red en la infancia hasta la reorganización en la vejez avanzada, cada fase tiene sus propias características y desafíos.
Este nuevo modelo, basado en datos de miles de personas, ofrece una visión más integrada y precisa del desarrollo cerebral. No solo redefine cuándo termina la adolescencia desde el punto de vista neural, sino que también abre nuevas vías para entender la salud mental, el envejecimiento y la cognición a lo largo de la vida.
