
Esos videos “lindos” de animales no son tan lindos después de todo
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Los videos de animales adorables han conquistado Internet, generando millones de visualizaciones y sonrisas. Sin embargo, detrás de esa ternura aparente, existe un lado oscuro que no siempre se muestra: situaciones de estrés, sufrimiento emocional e incluso maltrato para capturar esas imágenes.
Analizar el impacto real que tienen estos contenidos implica profundizar en las consecuencias que sufren los animales, la forma en que interpretamos sus emociones y cómo este fenómeno afecta también a las personas que consumen estos videos de forma masiva.
Si bien los videos de animales pequeños o en situaciones curiosas parecen inofensivos, muchos se producen bajo circunstancias poco éticas, donde los animales son sometidos a estrés o incomodidad para lograr la perfecta toma. Por ejemplo, es común ver retos virales de asustar a perros para grabar sus reacciones, lo que puede provocar consecuencias negativas como ansiedad, pérdida de confianza en el humano y trastornos de comportamiento, incluyendo agresividad y miedo crecientes[1].
Los perros que son expuestos repetidamente a situaciones amenazantes pueden desarrollar problemas físicos derivados del estrés, tales como pérdida de pelaje, erupciones cutáneas, trastornos gastrointestinales o incluso un desequilibrio hormonal reflejado en niveles elevados de cortisol. Estos signos evidencian que, detrás de una simple risa de quien ve el video, el bienestar animal está comprometido.
Un punto preocupante es cómo estas bromas dañinas deterioran la relación entre los animales y sus dueños. Al sentirse inseguros o amenazados por quienes deberían protegerlos, los animales pueden volverse nerviosos y desconfiados, afectando su conducta y su calidad de vida. Contrastar con perros educados con refuerzo positivo muestra que estos últimos mantienen un mejor estado emocional y menor estrés durante el entrenamiento[1].
No solamente los videos ‘tiernos’ pueden esconder sufrimiento real, sino que los humanos frecuentemente interpretamos incorrectamente el estado emocional de los animales que aparecen en ellos. Un estudio de la Universidad Estatal de Arizona reveló que las percepciones de los dueños sobre cómo se sienten sus perros están influidas por su propio estado emocional, con una tendencia a interpretar erróneamente
Este hallazgo pone en evidencia un gap en la empatía y comprensión entre humanos y animales, lo que puede contribuir a un maltrato involuntario o a una falta de respuesta adecuada ante situaciones de estrés de las mascotas[2].
El fenómeno de los videos virales no solo afecta a los animales, sino también a los espectadores. La sobreexposición a contenidos masivos, muchas veces con imágenes manipuladas o situaciones forzadas, puede generar en las personas efectos como fatiga mental, dependencia digital y distorsión en la percepción emocional. Esto produce una sobreestimulación del cerebro que disminuye la capacidad de concentración y promueve una actitud de ensimismamiento.
Además, la constante búsqueda de contenidos que provoquen emociones inmediatas puede fomentar un egocentrismo digital, ansiedad social y sentimientos de insatisfacción personal ligados al fenómeno conocido como FOMO (miedo a perderse algo), lo cual afecta negativamente la salud emocional de los usuarios, especialmente adolescentes[3].
Una pregunta que surge ante el análisis del estrés animal es si, realmente, los animales pueden padecer trastornos psicológicos similares a los humanos. Estudios científicos han confirmado que sí, ciertas especies pueden sufrir trastornos análogos a la ansiedad, depresión o estrés postraumático, manifestándose a través de conductas repetitivas, autolesiones o agresividad.
Por ejemplo, perros, gatos e incluso aves pueden presentar conductas compulsivas o estados emocionales alterados debido a condiciones de cautiverio, negligencia o estrés crónico. Estas condiciones afectan su calidad de vida y exigen una reflexión sobre la ética del uso de animales en entretenimiento, incluyendo los videos virales[5].
Los especialistas en bienestar animal y psicología coinciden en la necesidad de desarrollar un vínculo de respeto basado en el entendimiento de las emociones y necesidades reales de los animales. Esto implica evitar tácticas que impliquen manipulación, asustar al animal o forzarlo a actuar para obtener contenido viral, y apostar por formas de interacción más respetuosas, como el refuerzo positivo en el entrenamiento.
Además, fomentar una educación emocional correcta en los dueños y consumidores de contenido es clave para que se detecten signos de malestar y se actúe en consecuencia, evitando perpetuar prácticas dañinas que solo buscan el entretenimiento momentáneo sin considerar el impacto a largo plazo.
El auge de plataformas como TikTok, Instagram y YouTube ha disparado la creación de contenidos con animales, lo que abre un debate sobre los límites éticos y legales en su producción. Videos de animales aparentemente 'graciosos' pueden ser producto de situaciones estresantes o violentas para ellos, lo que genera dilemas sobre el respeto a sus derechos y bienestar.
Es esencial que la sociedad y las plataformas tecnológicas establezcan normativas y mecanismos para detectar y sancionar prácticas que afecten negativamente a los animales, además de promover campañas de sensibilización sobre la importancia del trato ético a los seres vivos involucrados en el entretenimiento digital.
Aunque los videos de animales tiernos generan simpatía y diversión, es crucial mirar más allá de la superficie y reconocer el posible daño oculto que pueden sufrir los animales protagonistas. La exposición a situaciones estresantes, el malentendido de sus emociones y el impacto psicosocial en los espectadores forman un complejo entramado que invita a reflexionar sobre el consumo responsable de estos contenidos.
Fomentar el respeto, la empatía y el bienestar animal, junto con una interpretación adecuada de sus señales emocionales, es la clave para que la ternura en pantalla no se pague con sufrimiento real. Los usuarios, creadores y plataformas deben sumar esfuerzos para lograr un equilibrio entre entretenimiento y ética.